Parte 10: Una boda.

El siguiente sábado en que salió de noche y que sabía que coincidiría con Ingrid, llevó sus puritos. Sentadas en la terraza del “Aoristo”, un pub a la moda de pretensiones cool y con bastante postureo, Almudena, Ingrid y Laura fumaron en compañía de las demás chicas. A partir de entonces en muchas de las salidas de sábado noche Almudena fumaba un purito, normalmente en el “Aoristo” donde el purito no desentonaba mucho en un ambiente donde la gente procuraba llamar la atención.

En mayo Almudena fue con su familia a la boda de un familiar. A Almudena la sentaron con su hermano separada de sus padres, en una mesa de gente entre los 17 y 27 años, que aunque en general no se conocían congeniaron bien y se creó un buen ambiente. No pudiéndose fumar en el salón de banquetes se había montado una carpa abierta junto a la entrada, con elegantes muebles de jardín, estufas de exteriores y bandejas con cigarrillos Marlboro y puros Vega Fina. Como hacía buena noche y los novios fumaban, la carpa se convirtió en un lugar concurrido y animado. En la mesa de Almudena había un par de fumadores y los demás decidieron acompañarlos a la carpa de fumar, donde se fumaba a discreción. Al cabo de un rato pasó un hermano de la novia repartiendo alegremente puros a la concurrencia y Almudena, algo desinhibida por las dos copas de vino que se había tomado y animada por el ambiente nicotínico, cogió uno, causando en el grupo la traviesa diversión habitual cuando en este tipo de ocasiones una mujer comete esa excentricidad. Encendió el cigarro con seguridad ante la mirada curiosa del grupito y se puso a fumarlo con soltura. Los compañeros esperaban que la escena resultara grotescamente divertida pero bien vestida, arreglada y fumando con naturalidad, a Almudena se la veía bien fumando el cigarro. Algún familiar directo la vió, con invariable gesto de estupefacción, Almudena les sonreía con gesto de pillería y los parientes parecían aceptarlo como una travesura. Un momento más tenso para Almudena fue cuando la vieron sus padres.

-¿Estás fumando? – le dijo su padre sin acertar a decir más que lo evidente.

Almudena asintió y sus padres, considerando que Almudena ya era mayor de edad y que estaban en una fiesta, lo dejaron correr. Superado el susto Almudena se relajó y siguió fumando con satisfacción, sorprendida de haber pasado aquel trance sin mayor contratiempo.

Tras unas horas de baile, cuando salieron a descansar sus fatigados pies, Almudena fumó otro puro mientras charlaba sentada con un chico y una chica. Era consciente de que ese segundo puro marcaba cierta diferencia para quienes la vieran, incluida su familia, un puro podía ser una simple travesura, dos ya indicaban cierto gusto por el tabaco. Había traspasado una línea en su imagen pública, roto un tabú.

CW: smoking fetish, capnolagnia.

Este relato no pretende ser una apología del tabaquismo ni una negación de sus indudables efectos tóxicos y adictivos, ni del lógico derecho a disfrutar de ambientes libres de humo. La única intención de este cuento es lúdica, es un relato que juega con la #capnolagnia, el fetichismo del tabaco (#smokingfetish) o fetichismo de #fumadoras, y sus descripciones de la experiencia tabaquista y sus consecuencias no son necesariamente realistas.

Podéis encontrar una versión más completa de este relato en Scribd, clicando aquí.

sigfrido@gmx.es