Parte 2. La prueba.

Una tarde de viernes Galia recibió la visita de una amiga fumadora. Galia no acostumbraba fumar en horas de trabajo pero en esa ocasión salió a la calle a fumar con su amiga junto a la máquina de café que tenían empotrada en el escaparate del estanco. Ya confiaba lo suficiente en Almudena como para dejarla un rato sola atendiendo el estanco. Viendo a su jefa fumar Almudena reflexionó un poco, entre cliente y cliente, sobre su idea de si debía probar el tabaco. Más tarde, cerca ya de la hora de cerrar, en un momento en que estaban menos ajetreados al estar Vicente, el marido de Galia, echándoles una mano, Almudena le comentó:

-Galia, querría ver como es fumar ¿Me invitas luego a un pitillo?

Galia se quedó bloqueada, realmente no sabía que contestar.

-Ya vi que has estado leyendo sobre la historia del tabaco- intervino Vicente. -Si. -Pues si lo que quieres es saber de verdad lo que es el tabaco, tal y como se ha fumado siempre y no como un derivado industrial, deberías fumar un puro y no un cigarrillo.

Almudena y Galia se quedaron sorprendidas por lo que parecía una proposición. Galia iba a protestar por lo que le parecía una extravagancia de su marido pero se le ocurrió que en realidad no era mala idea, mejor que Almudena fumara un puro que un cigarrillo, así sería menos probable que la experiencia fuera el inicio de un hábito. Almudena no estaba segura de si Vicente le había hecho un comentario casual o una oferta en firme.

-Puedes fumar un puro cuando cerremos si quieres. Yo te explico la técnica. -Vale- aceptó Almudena. Había pensado en fumar un cigarrillo porque le parecía lo más sencillo y normal, pero realmente en sus lecturas sobre la historia del tabaco había mucho más sobre el cigarro que sobre el cigarrillo por lo que un puro satisfaría estupendamente su curiosidad, y si le ponían fácil fumar un cigarro le parecía más práctico aceptar la invitación en vez de insistir con el cigarrillo.

Acabó la jornada de trabajo y bajaron la persiana metálica. Vicente sacó un robusto de Vega Fina para la chica y él se escogió un Flor de Cano.

-Realmente si quieres aprender sobre el tabaco es mejor que fumes un puro que un pitillo- reconoció Galia-, los cigarrillos son una cosa muy simple, la cultura del tabaco de verdad está más en los puros.

Vicente enseñó a Almudena a usar el cortapuros y después le explicó como se encendía el puro, con un mechero de gas y sin esnobismos superfluos. Tras la breve explicación teórica vino el ejemplo práctico, cada uno con su cigarro. Almudena le imitó con torpeza de principiante pero con la suficiente eficacia. Al dar las primeras breves chupadas para animar la ignición del cigarro, se interrumpió un instante al percibir el desconocido sabor de las primeras pequeñas volutas de humo en su boca. “En serio voy a fumar”, pensó ahora sorprendida. Retomó la tarea del encendido y pronto la punta del cigarro estaba encendida por completo, dando finalmente una calada completa que llenó su boca de abundante humo, que expulsó sorprendida. El humo resultaba algo áspero, con un sabor vegetal, algo terroso y como a café, extraño pero interesante. Vicente le explicó que fumara con calma, saboreando el humo y descubriéndolo poco a poco, recordándole que el humo de los cigarros no se inhalaba.

-¿No quieres fumar uno?– le preguntó Almudena a Galia, sorprendida de que siendo fumadora habitual, aunque moderada, no se uniera a la fumada. -No gracias, los puros no son lo mío. Lo mío son los cigarrillos, no tengo paladar para los puros. -Quienes se enganchan a los cigarrillos suelen perder la capacidad de disfrutar los puros- explicó Vicente, con el asentimiento de Galia- Por eso si quieres investigar un poco sobre el tabaco es mejor que empieces con los puros.

Almudena siguió fumando con calma. Tras unas caladas sintió una especie de agradable escalofrío y cierta claridad mental. “¿Esto será por fumar?” se preguntó.

No estaba segura de si duraría mucho fumando, el humo resultaba algo áspero, pero siguió charlando y fumando hasta que para su sorpresa vio que se habían consumido dos tercios del puro. Lo empezó a notar más picante.

-Si quieres ya puedes dejarlo, es corriente dejar el tercio final porque suele estar peor- le explicó Vicente.

Almudena hizo caso del consejo y dejó el puro en el cenicero para que se apagara solo. Vicente enseguida hizo lo mismo.

CW: smoking fetish, capnolagnia.

Este relato no pretende ser una apología del tabaquismo ni una negación de sus indudables efectos tóxicos y adictivos, ni del lógico derecho a disfrutar de ambientes libres de humo. La única intención de este cuento es lúdica, es un relato que juega con la #capnolagnia, el fetichismo del tabaco (#smokingfetish) o fetichismo de #fumadoras, y sus descripciones de la experiencia tabaquista y sus consecuencias no son necesariamente realistas.

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