Parte 3: Conociendo la cultura del tabaco.

El sábado y el fin de semana siguiente pasaron sin más novedad, Almudena trabajó como de costumbre, aunque sintiéndose más segura por conocer mejor el producto que estaba vendiendo, y al acabar su jornada se marchó a casa o a reunirse con amigas y algún amigo. Almudena no parecía muy centrada en el tema chicos pero lo cierto es que, sin pretender tener citas ni practicar el flirteo, en su pandilla solía estar ún chico que incluso en alguna ocasión le fue a buscar al salir del trabajo.

-¿Ese chico del otro día es tu novio?– le preguntó Galia.

-¿Joaquin? Nooo, es solo un amigo de la pandilla- explicó la formal Almudena como si eso de los novios no fuese con ella.

-¿No sales con él?

-Solo en plan amigos.

-En plan de amigos...esas amistades adolescentes tan tiernas suelen ser muy emocionantes. No dejes de tener amigos como ese- le dijo Galia con un tonillo cómplice que indicaba que no se creía eso de la pura amistad.

Un par de fines de semana después de su experiencia tabáquica, Almudena preguntó si podía repetirla.

-Bueno. Creía que ya habías perdido el interés.

-No, me gustaría experimentar un poco más.

Almudena fumó un Vega Fina mientras comprobaban la facturación en el ordenador y, tras acabar esa tarea, mientras charlaba un rato con Galia. A Galia le dio envidia de fumador y se encendió un cigarrillo.

En las siguientes semanas Almudena continuó consultando libros sobre la historia del tabaco en América y España, redactando su trabajo para la Ruta Viracocha y complementando su estudio teórico sobre el tema con el estudio práctico. Prefería fumar al cierre del estanco cuando estaba Vicente, que le acompañaba en la fumada, porque si solo estaba Galia se agobiaba un poco al pensar que esta podía estar retrasando el abandono de la tienda por esperar a que Almudena acabara su cigarro, aunque Galia nunca le hizo ningún reproche. No todas las semanas tenía ocasión. Fumó diversos cigarros, de diferentes tamaños y de diferentes calidades, reales o presuntas. Vicente no creía que los puros hechos a máquina fueran necesariamente peores que los hechos a mano, consideraba que lo realmente relevante era la materia prima, así que también fumaron puros mecanizados. También probó puritos e incluso tuvo un par de sesiones de pipa. Al familiarizarse con el sabor de los puros lo fue encontrando más agradable. Enseguida fue consciente de las diferencias en el sabor de los diferentes puros pero encontró que, aunque unos le gustaban más que otros, con excepción de algún purito las fumadas siempre resultaban interesantes y entretenidas.

Almudena acabó su trabajo para la Ruta Viracocha, lo envió por correo y dio por terminada su investigación teórica y práctica sobre el tabaco. Ya en enero recibió una carta en la que se le informaba de que había sido seleccionada como participante de la Ruta Viracocha.

Una vez acabada su investigación Almudena ya fue capaz en alguna ocasión de aconsejar sobre puros a algún comprador lego en la materia. Le satisfacía ser capaz de hablar sobre puros con clientes, la cultura del tabaco le resultaba interesante. A principìos de febrero un sábado al mediodía se quedó a comer con Gladia y su amiga Jacinta en una casa de comidas cercana al estanco. Al acabar de comer no se quedaron a tomar café, se fueron al estanco para tomárselo, ahorrándose unos eurillos y pudiendo acompañarlo con un cigarrillo a salvo del frío, aun faltaba más de una hora para abrir el estanco al público.

Se sentaron en el estanco, tras la persiana metálica medio cerrada y se sirvieron tres cafés de la máquina. Gladia siempre presumía de que el café de su máquina era tan bueno como el de cualquier cafetería. Las dos adultas encendieron sus cigarrillos con alivio continuando la alegre charla. Almudena era una más en la reunión. Una vez entregado su trabajo para la Ruta Viracocha, Almudena ya había dado por terminada su investigación sobre el tabaco, pero viendo a las dos mujeres aspirando y echando humo alegremente a Almudena le dio envidia y sintió deseos de fumar, pero lo que se le antojaba no era un cigarrillo si no un cigarro.

-¿Puedo coger un Guahiro?– preguntó tras un minuto de duda a la estanquera.

Esta asintió antes de añadir que podía coger un habano si lo prefería.

Almudena declinó la deferencia y no queriendo hacerle a Gladia mucho gasto se conformó con un modesto Guahiro, que además era bastante rápido de fumar, adecuado para el momento.

Jacinta la miraba entre incrédula y sorprendida mientras Almudena iba a buscar el puro y se lo traía a la mesa. Mientras Almudena se encendía el puro Jacinta inhaló una gran bocanada de humo de su cigarrillo que retuvo largos segundos, mientras observaba a la chica, antes de expulsar lentamente un prieto chorro de humo. Almudena se aseguró de que el cigarro quedara bien encendido dándole unas buenas caladas. Le encantó saborear humo de tabaco de nuevo.

-¿Y hace mucho que fumas puros?– preguntó finalmente Jacinta. -No, en realidad no fumo- contestó Almudena sosteniendo femeninamente el puro, con el codo apoyado en la mesa. Dándose cuenta de que la contestación sonaría poco creíble añadió- He fumado alguno en los últimos meses.

Las dos adultas acabaron sus cigarrillos y después de unos minutos se encendieron otros dos, algo inevitable en una atmósfera tan tabaquista como el que había creado el puro de Almudena.

CW: smoking fetish, capnolagnia.

Este relato no pretende ser una apología del tabaquismo ni una negación de sus indudables efectos tóxicos y adictivos, ni del lógico derecho a disfrutar de ambientes libres de humo. La única intención de este cuento es lúdica, es un relato que juega con la #capnolagnia, el fetichismo del tabaco (#smokingfetish) o fetichismo de #fumadoras, y sus descripciones de la experiencia tabaquista y sus consecuencias no son necesariamente realistas.

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