Parte 7: Almudena empieza en la universidad.

De vuelta en casa Almudena pronto se incorporó a sus nuevos estudios y volvió a su trabajo a tiempo parcial en el estanco. Empezaba la carrera de Historia en la universidad. Como su familia no nadaba en la abundancia había dudado mucho en estudiar esa carrera porque no es de las que parecen facilitar más el encontrar trabajo, pero sentía una gran atracción por la materia de manera que finalmente se decidió, pero poniéndose ciertas condiciones. El primer año lo dedicaría al cien por cien a la carrera, pero el segundo trataría de compatibilizarlo con algunos módulos de un ciclo formativo con más bazas de darle trabajo a medio plazo.

Los primeros meses Almudena estuvo muy centrada en los estudios, tomando el pulso a la carrera y acostumbrándose al nuevo nivel de exigencia. Añadiendo a eso el trabajo en el estanco el tiempo libre que le quedaba era escasísimo.

Seguía procesando las experiencias del viaje. Se acordaba de Isidro pero, dando por imposible su relación veraniega se habían comunicado poco. Almudena se acordaba del sexo, que superada la torpeza de principiantes al final había sido muy satisfactorio. Tras aquellas experiencias lo echaba bastante de menos, pero solucionaba la cuestión solita.

Habiendo hecho ya la Ruta Viracocha el fumar era agua pasada. Su investigación sobre el mundo del tabaco estaba terminada y las fumadas del viaje parecían una travesura de las que se hacen estando lejos de casa.

Se puso en contacto con ella el grupo local de Asociación de Veteranos de la Ruta Viracocha y no tuvo que hacerles hueco en su agenda para participar en una de sus reuniones y la convencieron para ir de excursión con ellos un domingo. Los Veteranos de la Viracocha de la provincia no eran tantos como para organizar muchas actividades por si solos, por lo que participaban en actividades de otros grupos. Esta excursión en la que participó Almudena la organizaba el Círculo Excursionista, una alianza informal entre los viracochistas, el smial local de la Sociedad Tolkien, un grupo cristiano juvenil y alguno más.

En noviembre Almudena cumplió dieciocho años. Al felicitarle Galia la estanquera comentó que ya podía vender tabaco abiertamente. Estando prohibida la venta de tabaco por menores de edad, hasta ese momento Almudena oficialmente solo estaba contratada para vender otros artículos como revistas y objetos de regalo que vendían en el estanco, y cuando Almudena iba a buscar tabaco que le pedía un cliente, se lo pasaba a Galia o Vicente para que lo cobrara en caja, un sistema que, como nunca llegaron a tener una inspección, no supieron si era realmente legal. Vicente celebró que ya tenía edad para comprar tabaco legalmente.

-Se acabó el fumar de tapadillo- añadió Vicente festivamente.

-¡Bah!– protestó Almudena sonriendo ante lo que parecía una broma de Vicente, que hablaba como si Almudena fumara a menudo.

Sin embargo Almudena pensó que antes del viaje le habían invitado a tabaco durante bastantes meses y que siendo mayor de edad era correcto poner un fin simbólico a esa fase de gorrona.

-Pues ya que puedo comprar tabaco... Galia ¿Me vendes un Coronitas de Vega Fina?

Estudiando en la biblioteca de la facultad se encontró con una alusión al comercio de tabaco en el siglo XVIII. Reencontrarse con el tema de su trabajo para la Ruta Viracocha le despertó la curiosidad por el tema y fue a buscar algún libro citado como bibliografía. Cuando se dio cuenta llevaba más de una hora curioseando sobre la historia del comercio de tabaco en diversos libros y se dio cuenta de que se había disipado demasiado. “Disciplina, hay que volver al temario”, se dijo cerrando los libros intrusos y devolviéndolos. Volvió a lo que tenía que estudiar pero se le volvió a activar el interés por la historia del tabaco, su comercio y su cultivo.

Recuperado el interés por la cultura del tabaco escribió a Simón, el técnico agrícola que en la plantación de tabaco en Paraguay le había dado su correo electrónico. Este le fue proporcionando información y le puso en contacto con colegas de plantaciones canarias.

En la facultad Almudena fue formando un círculo de amistades. Las primeras semanas se había juntado con alguna chica de clase con la que se había topado y que le parecían simpáticas, formando un grupillo, pero el pasar de los meses la fue poniendo en relación con compañeras con las que tenía más afinidad, casi todas de fuera de la ciudad. Había muy pocos compañeros que fumaran, como dos de cada diez, pero entre las amigas que fue haciendo había una fumadora, Valentina.

A principio de curso Valentina se había empezado a juntar con un par de chicas y un chico fumadores de la clase por encontrárselos fuera del edificio cuando salían a fumar, a Valentina le gustaba la compañía de otros fumadores por lo que era lo más natural cultivar esa relación. Sin embargo con el paso de las semanas el trío empezó a resultarle menos simpático, le fueron pareciendo personas poco naturales, el tipo de gente que vive muy centrada en la apariencia, en la movida del fin de semana y en quien es quien, con pocos temas de conversación y aun menos temas de conversación que le interesaran a Valentina, así que empezó a frecuentar menos aquel grupito algo absorvente y empezó a tratar con todos los compañeros de manera indiscriminada, abierta y algo exploratoria. En esta fase de sociabilidad abierta conectó bien con Almudena y congeniaron.

Coincidió que Almudena tardó en saber que Valentina fumaba. Ya eran buenas camaradas cuando saliendo de la facultad Almudena se sorprendió cuando Valentina le ofreció un cigarrillo.

-No fumo, gracias.

Una expresión de cierta extrañeza cruzó el rostro de Valentina antes de encenderse un cigarrillo con aire desenvuelto.

-¿En serio?– insistió Valentina.

-¿El que?

-Que no fumas.

-Si. Fumé alguna vez pero ya no.

-Lourdes dice que eres estanquera- dijo Valentina mientras caminaban hacia la parada del autobús, ocultando que en el grupillo de Lourdes habían apodado a Almudena como La Estanquera. Almudena había vendido tabaco a Lourdes un par de veces.

-Solo soy dependienta, ya me gustaría ser la estanquera.

A Valentina le había sorprendido que vendiendo tabaco Almudena no fumara. El que Almudena no hubiera descubierto antes el vicio de Valentina había sido la pura casualidad de no haber pasado por la puerta de la facultad en ninguna de las ocasiones en que Valentina iba allí a fumar, pues Valentina era una auténtica fumadora que fumaba pública y habitualmente, con una sólida adicción a la nicotina. Además Valentina era una fumadora satisfecha, sabía que estaba enganchada pero no le importaba, le gustaba ser fumadora y fumaba desinhibidamente, sin importarle nada estar en franca minoría. Pensaba que realmente no era tan nocivo y se notaba que, como era normal en otros tiempos, pensaba que el tabaco favorecía la sociabilidad. Le parecía estupendo y completamente adecuado acompañar la charla y el trato amistoso con tabaco, incluso cuando trataba con gente que no fumaba. Por lo demás Valentina era una chica de buen trato y agradable, de cabello castaño claro y liso que solía llevar en una melenita de chica ordenada, ojos castaños, rasgos armoniosos, expresión animosa y en general alegre y franca, un metro sesenta y siete, silueta flexible y razonablemente buena estudiante, que comparía piso con otras tres estudiantes porque su familia vivía en un pueblo a ochenta kilómetros. Sus períodos históricos favoritos eran la Ilustración, la Revolución Francesa y el Egipto antíguo. Al verla fumar con tanta soltura a Valentina le pareció que su apariencia cambiaba, Valentina conservaba cierto aire de frescura puber realzado por su caracter abierto, pero Almudena no podía evitar encontrarle a Valentina una imagen de mujer más definida y adulta cuando fumaba.

También formaban parte de la nueva pandilla Casia y Matilde. Casia es una chica de otra ciudad dotada de una imaginación romántica y unos gustos algo frikis que se traducían en su preferencia por la Edad Media, el neolítico y la India antigua como períodos históricos, rubia de cabello ondulado en el que solía aparecer alguna cuenta o adorno similar, un metro sesenta, bien dotada de curvas y con un sentido del humor travieso.

Matilde es una chica de pelo negro y piel clara, mirada unas veces distraida y otras inquisitiva, mirando al interlocutor hasta el alma. Es una estudiante de primera clase y muy disciplinada, no duda de que el estudio es el centro de su vida y está totalmente enfocada a la eficacia académica. Junto con sus estudios de historia estudia inglés y francés para dar a su futura carrera un enfoque completamente profesional. Hace aeróbic dos o tres veces por semana para descargar energía física y centrarse mejor en el estudio, a pesar de que no parece una persona ansiosa, todo lo contrario, da la sensación de tener pleno control de su estado de ánimo e incluso de cierta frialdad que quizá solo sea un carácter distraido que le genera cierta distancia con los demás, unido a estar enfocada en la eficiencia académica. A pesar de no tener que trabajar como lo hace Almudena, Matilde tiene una vida social tan escasa como ella, sin embargo tiene novio, Raúl, un ex-compañero de colegio que ahora está estudiando una ingeniería con el que se junta sobre todo a estudiar, aunque, como acabaría confesando a Almudena y las demás, también para una práctica sexual frecuente. Matilde considera muy conveniente para liberar tensión sexual y poderse centrar mejor en el estudio, una opinión que nadie le atribuiría, mucha gente tiene la idea de que es una mojigata y en general da imágen de frialdad.

A pesar de haber comprado un puro el día de su cumpleaños, Almudena había seguido sin fumar, teniendo por cerrada sus experiencias con el tabaco. El cigarro había quedado en donde dejaba sus cosas en el trabajo. Un día de finales de febrero, al llegar al estanco se cambió de ropa, un bonito traje chaqueta de aire ejecutivo que recientemente había incorporado Galia como uniforme de dependientas, para dar un poco más de estilo al negocio. Mientras se vestía Almudena vió el Vegafina en el cajón de sus cosas y se acordó de un texto que había leido sobre el proceso de maduración de las hojas de tabaco que, aunque técnico, le había parecido que describía un proceso bonito, parte de la compleja transformación de unas plantas exóticas en un producto muy elaborado. “Y ahí está el resultado”, pensó con satisfacción.

CONTINUARÁ...

CW: smoking fetish, capnolagnia.

Este relato no pretende ser una apología del tabaquismo ni una negación de sus indudables efectos tóxicos y adictivos, ni del lógico derecho a disfrutar de ambientes libres de humo. La única intención de este cuento es lúdica, es un relato que juega con la #capnolagnia, el fetichismo del tabaco (#smokingfetish) o fetichismo de #fumadoras, y sus descripciones de la experiencia tabaquista y sus consecuencias no son necesariamente realistas.

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